Texto y fotos por Enrique Cruz @asi_nomass
LOS PLANES
Ir a Oaxaca fue la respuesta ante la imposibilidad de hacer la famosa ruta de la Baja Divide en el 2021. Cambios laborales y falta de tiempo dieron pie a buscar una ruta de menor distancia, con caminos de tierra y diversidad de paisajes que asemejaran, por lo menos un poco, al imaginario que ya teníamos.
Los pasajeros para este viaje éramos dos: Rafaela, una amiga mexicana con la que coincidí en Nicaragua hace un par de años, que tiene una energía que se asemeja a una canción de cumbia cantada por Chavela Vargas, y yo, otro mexicano que desde la ruta México-Argentina en el 2016 no hacía una distancia de más de dos días. Además, esta sería mi primera vez en modo bikepacking. También en la mitad del camino nos encontraríamos con Daniel, un fotógrafo estadounidense que sería el pasajero número tres desde San José del Pacifico hasta la añorada costa Oaxaqueña.
El plan era partir de Oaxaca capital un día de abril, con destino a Puerto Ángel, en un tiempo estimado de 7 días. La ruta (sección 1 y sección 2), aportada en su mayoría por Cass Gilbert, un ciclista experimentado al cual le agradecemos infinitamente sus exploraciones en Oaxaca, la teníamos estudiada y segmentada por días, altitudes, kilómetros, e incluso por lugares propuestos para dormir.
OAXACA CAPITAL, UNA CIUDAD QUE ATRAPA
Hace unos 10 años que no visitaba Oaxaca. En aquel tiempo supongo que no hubo muchas sorpresas, lo único que recuerdo es comida deliciosa y barro negro. Esta vez todo fue diferente: la arquitectura, la cultura, el arte y artesanía, la gente amable y la comida, hacen que esta ciudad te atrape más días de los que tienes planeados. Si tienes la oportunidad de pasear por sus calles y callejones antes de rodar, te recomiendo llenar la panza de atole, elotes, memelas, tasajo, tlayudas, y ya que andas por ahí, disfruta también de la amabilidad de su gente.
EL CAMBIO DE PLANES
Días antes de mi llegada a Oaxaca, Rafa y Daniel realizaron un par de circuitos por San Pablo Etla, un pueblo afuera de la ciudad, con el fin de acoplarse al clima y al terreno. En una bajada, de esas que son comunes en las ciudades mexicanas, un tope invisible del mismo color que el pavimento hizo caer a Rafaela y nos arrebató el plan de hacer esta ruta juntos. Por fortuna la caída no fue de gravedad y la recuperación de Rafaela sigue en camino al momento de escribir estas líneas, pero sí fue lo suficiente como para detenerle el ritmo de ciudad y trabajo por un rato.
Antes de despedirme de ella, me escribió: “El universo quería que este viaje lo hicieras solo, sin mí” La frase, escrita en la parte posterior de un grabado Oaxaqueño, me obligó a abrir bien los ojos en busca de esa vivencia que tenía que experimentar “solo”. Daniel tampoco hizo la ruta, su tarea fue ser el amortiguador de la emoción, los cuidados y la reconstrucción de la historia. De esos ángeles en el camino que si tienes la fortuna, están presentes cuando algo se atora o sorprende una tarde cualquiera en las calles Oaxaqueñas.
A pesar de que el viaje lo realicé solo, de alguna manera sabía que ellos estaban con el pensamiento y energía, traducidos en viento a favor, gente bonita y fuerza para las subidas. Por cierto, la ruta fue cambiada por una de 4 días, que no pasaba por San José del Pacífico y que terminaba en Puerto Escondido.
EL INICIO DE LA RUTA
Después de dos días en la ciudad, un par de arreglos y procurar unas maletas lo más ligeras posibles, salí en las primeras horas del día para evitar el calor de la tarde y avanzar lo más posible. La salida fue ruidosa, pero la ruta, ya marcada, evitó el tráfico y el riesgo de los carros y camiones. Después de un par de kilómetros, la parada para desayunar fue en San Martín Tilcajate, un pueblo de artesanas y artesanos que visten de color su comunidad decorando con alebrijes sus puertas y ventanas. Las y los maestros artesanos son muchos al igual que las ganas de comprar artesanía, pero el poco espacio en la bicicleta y la idea de cargarlos durante todo el trayecto hace que las ganas disminuyan.
Al salir del pueblo, lo que viene son caminos de tierra, un poco de subidas y bajadas, para finalmente llegar al kilómetro 85 donde se entra a San Agustín Amatengo, una comunidad pequeña, famosa por su producción artesanal de mezcal y donde la señal de celular, inexistente, es sustituida por un teléfono local y un altavoz, que al escuchar tu nombre, tienes que acudir a contestar el llamado cubriendo la cuota de recuperación.
“¿Dónde será bueno pasar la noche?” le pregunté a una señora que atendía una tienda a la entrada del pueblo, después de haber intercambiado preguntas que construyeron confianza. El maestro mezcalero, que también tiene un caseta telefónica, baños públicos y una tienda improvisada a un costado de la iglesia, fue quien aceptó brindar un techo para una noche nublada. $100 pesos incluyeron ducha, baño, espacio seguro y un par de pruebas de mezcal recién salido del proceso de destilación, que esa noche mantuvo en vela al maestro y a dos asistentes más.
EL MIEDO NO ANDA EN BICI
Al día siguiente la ruta trajo consigo un par de cuestiones que no tomé en cuenta al planear el viaje, y que ahora se volvían preguntas recurrentes, de esas que se repiten una y otra vez: ¿Y si en medio de la sierra, el gps me falla?, ¿Qué pasa si me pierdo?, ¿Y si al no tener red del celular, me caigo y no puedo solicitar ayuda?, ¿Y si me llueve más fuerte y no puedo resguardarme? Esa parte de la ruta ya está en la sierra y los pueblos están más alejados entre ellos. Mucho tiempo viajé solo en bicicleta por Latinoamérica y no recuerdo haber tenido esa sensación de vulnerabilidad. Aquí es donde tiene sentido la frase: “Pensar mal, sentirse mal”. Funciona a la inversa también.
El miedo no puede andar en bici, porque cansa más rápido, dejas de divertirte, y quieres llegar lo antes posible a tu destino. Ese día solo avance 40 km saltándome un par de pedazos de la ruta, que no sentía las ganas de afrontar, y aunque al llegar a San Pablo Coatlán era aún temprano, no quise moverme de ahí justificando el cansancio.
Solo para aclararlo, y si llega a servir a quienes hagan esta ruta en un futuro, el gps del celular desde la app Ride with GPS nunca falló, siempre funcionó, incluso en las partes más densas de la sierra.
Para pasar la noche en San Pablo tenía dos opciones: dormir en el estacionamiento de la Municipalidad, o bien, aceptar la invitación de Alejandro, un operador de mototaxi que justo ese día lo acababa de estrellar con un tractor. El evento hizo que coincidiéramos en la tienda de su hermana y que después de una serie de preguntas, me ofreció un espacio con techo y baño incluido para pasar esa noche lluviosa. Elegí a Alejandro.
NUEVA MOTIVACIÓN
A la mañana siguiente, la altimetría auguraba un ascenso de varios kilómetros y después una bajada prolongada. Era la meta del día y mi nueva motivación. Mucha sombra, árboles enormes, y el punto más alto de la ruta, enmarcaron la subida antes de la añorada bajada, no solo por la bajada misma, sino por la sensación de acercarse a la playa y al final de la ruta.
En San Baltazar Loxicha la ruta marcaba un lugar para comer donde seguramente han llegado muchos ciclistas. La señora que atiende conoce los destinos siguientes, las respuesta a preguntas obligadas y pareciera muy familiarizada a las necesidades de los viajeros, aunque noté que le seguía pareciendo innecesario hacer esa ruta en bici y no elegir una camioneta para llegar a la costa más fácil.
“Sí llegas” fue la frase más repetitiva en sus respuestas, y que sin darse cuenta me motivó a seguir, pueblo tras pueblo, hasta alcanzar el calorcito , el olor a mar y esa agua salada de la costa. El resto del día todo fue divertido, incluso las pocas subidas que quedaban. La razón quizá es la ilusión de que todo estará bien y pronto llegarás al añorado destino. Insisto, lo que piensas es proporcionalmente a lo que sientes y con ello, a la resistencia de tu cuerpo al pedalear. Según mi experiencia.
La ruta es inmensamente hermosa al igual que su gente. Al hacerlo en compañía seguramente adquiere una dimensión distinta, y quizá en un futuro tenga la dicha de repetirla, pero ahora con música de cumbia cantada por Chavela Vargas.
Si llegas a hacer ésta ruta u otra que termine en las costas Oaxaqueñas; te advierto que te esperan lugares y atardeceres dignos de postal, platillos gourmet que encontrarás en cualquier fondita o puesto local y gente que te tratará como si fueras un amigo de años.
Wow qué historia tan rica, cada línea imaginaba ese recorrido y con esa misma energía de la que cuentas. Ojalá sigas haciendo rutas y compartiendo tus historias para sentir que hacemos la ruta contigo.
Hermosas fotos y ruta sin lugar a dudas, Oaxaca es de los estados de la República Mexicana que mas me gusta, ya que vivi por mas de 4 años en en un pintoresco pueblo en la costa, llamado Santiago Jamiltepec, muy cerca de Puerto Escondido.
La calidez de su gente, su deliciosa y variada comida, hermosos paisajes, hacen que te enamores inmediatamente.
Esta ruta luce muy atractiva para todo amante del bikepacking, por la diversidad de terrenos que recorren.
Excelente relato y fotos que invitan a realizar esta hermosa ruta.
Saludos
Cultura y tradiciones se conjuntan de perfecta manera en oaxaca. Cada pueblo tiene su encanto. La costa circundante a puerto escondido la conozco bastante y es hermosa. Que buen relato.
Wow! Me transportarse a mi lindo y amado Mexico, todavía estoy disfrutando cada parada, cada trayecto puedo oler la naturaleza, saborear la comida, sentir la calidez de su gente.
Aunque ya conocí Oaxaca a través tuyo algún día visitaré ese lugar maravilloso.
Excelente descripción!!
Mi admiración por hacer realidad tus metas, rodando tu bici en Latinoamérica y ahora en esta ruta hacia el sur de Mexico.
Gracias!!
Gracias